Febrero es un mes significativo para los Maristas porque fue un febrero de 1823 que Marcelino Champagnat estuvo a punto de morir bajo la nieve, pero, en lugar de perder la esperanza, rezó el “Acordaos”, la tradicional oración a la amada Virgen María, y encomendándole su vida, la puso a salvo milagrosamente. Recordamos el hecho como el “Acordaos en la nieve”.
La Vida de José Benito Marcelino Champagnat narra la protección de María en favor del Padre Champagnat de esta manera:
“Corría el mes de febrero de 1823. Uno de los Hermanos de Bourg-Argental se hallaba gravemente enfermo. El Padre Champagnat no quería dejar morir a su hijo sin el consuelo de verlo y darle su bendición. Hacía mal tiempo y el suelo estaba cubierto de nieve, lo que no lo arredró para emprender el camino a pie e ir a la cabecera del enfermo en cuanto se enteró de que estaba en peligro. Después de bendecirlo y consolarlo, se dispuso a regresar a La Valla por más que porfiaron en disuadirlo por la cantidad de nieve caída aquel día y el persistente temporal.
Llevado por su audacia, el Padre decidió no hacer caso de los ruegos de los Hermanos ni de los consejos de sus amigos, pero pronto se arrepentiría.
Para regresar a La Valla en compañía del H. Estanislao, tuvo que cruzar los montes Pila. Apenas habían transcurrido dos horas de marcha, se extraviaron. Incapaces de dar con rastro alguno de camino, anduvieron a la deriva o, más bien, a la buena de Dios. Una fuerte cellisca les daba en la cara y les impedía ver hacia dónde caminaban hasta el punto de que no sabían si avanzaban o retrocedían. Después de varias horas de andar perdidos, el H. Estanislao se sintió tan desfallecido que el Padre Champagnat tuvo que tomarlo del brazo para guiarlo y mantenerlo en pie. Pero pronto, transido de frío y asfixiado por la nieve, también él se sintió desfallecer y tuvo que detenerse. Entonces se dirigió al H.Estanislao y le dijo: «Querido amigo, si la Santísima Virgen no viene en ayuda nuestra, estamos perdidos. Acudamos a ella y supliquémosle que nos saque del peligro en que nos hallamos de perder la vida cubiertos por la nieve, en medio de estos bosques». Al decir estas palabras, sintió cómo el Hermano se le iba de las manos y se desplomaba de cansancio. Lleno de confianza, se puso de rodillas al lado del Hermano, que parecía haberse desvanecido, y rezó fervorosamente el Acordaos. Después, trató de incorporar al Hermano y hacerlo caminar. Apenas habían dado diez pasos, vieron una luz que brillaba no lejos de allí, pues era de noche. Se encaminaron hacia la luz y llegaron a una casa donde pasaron la noche. Ambos estaban congelados de frío y el Hermano, sobre todo, tardó en recobrarse.
El Padre Champagnat confesó en diversas ocasiones que, de no haberles llegado la ayuda en el momento preciso, ambos hubieran perecido, y que la Santísima Virgen los había librado de una muerte segura.”
Evoquemos el acontecimiento que nos recuerda que, en la noche oscura, María nos ilumina y protege con su luz, escuchando el consejo de la Regla de Vida: “Fiel al nombre que llevas, deja que María inspire y modele tu espiritualidad (…) María, tu hermana en la fe, acompaña discreta y cercanamente cada paso de tu camino, y lo va iluminando” (Regla de Vida, 28)
ACORDAOS,
oh piadosísima Virgen María,
que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que han acudido
a tu protección,
implorando tu asistencia
y reclamando tu socorro,
haya sido abandonado de ti.
Animado con esta confianza,
a ti también acudo,
oh Madre,
Virgen de las vírgenes,
y aunque gimiendo
bajo el peso de mis pecados,
me atrevo a comparecer
ante tu presencia soberana.
No deseches mis humildes súplicas,
oh Madre del Verbo divino,
antes bien, escúchalas
y acógelas benignamente. Amén.