Fortalecer la Cultura del Cuidado: Seminario sobre Protección de la Infancia- Último día

El Seminario, que concluyó el viernes 21 de marzo, dejó resonar fuerte durante sus últimas horas las palabras “reparación” y “cuidado” en el corazón de todos los asistentes, convocados a hacerlas vida en sus comunidades. A continuación, compartimos el relato de una de las asistentes, Alicia Paola Alejandra de Alba Padilla de la Provincia Marista de México Central.

Iniciamos nuestra mañana con una oración que nos invita a defender a los vulnerables y así vivir la misión marista a imagen de San Marcelino Champagnat, quien se conmovió profundamente por la difícil situación de los jóvenes de su tiempo y su respuesta fue la acción: fundar escuelas, formar comunidades de amor y asegurar que ningún niño fuera olvidado.

Para introducir el tema de la cultura del cuidado, se presentó una síntesis de lo trabajado durante la semana y todos fuimos invitados a una meditación compartida sobre la necesidad de convertir los corazones y repensar cómo entendemos la educación de las niñas, niños y jóvenes. Pudimos así reflexionar sobre todo lo que se ha  avanzado en temas de políticas, protocolos y estándares de protección de la infancia para dar mejor respuesta a los casos de abuso y atender a quienes están en una situación de vulnerabilidad.

También, reconociendo que aun hoy hay personas que se resisten y consideran que estos esfuerzos son exagerados, se enfatizó la necesidad de seguir construyendo conciencia y fortaleciendo la cultura del autocuidado y el cuidado en nuestro estilo de vida, en nuestra espiritualidad, impregnando la educación y la política institucional y ocupando un lugar preminente en la formación, de modo que permee las estructuras y se exprese en el cuidado de todas las personas ―especialmente de las víctimas y de los victimarios, de las comunidades rotas y de los delegados― y de la Casa común.

Luego se hizo una revisión del cuidado a la luz de la Convención de los Derechos del Niño, en la que se enfatiza el bienestar, la seguridad y la protección de niñas, niños y adolescentes, y se propuso a los participantes vivenciar la experiencia de kintsugi, una técnica centenaria de Japón que consiste en reparar las piezas de cerámica rotas con un esmalte especial hecho con polvo de oro, plata o platino. Esta analogía permitió que quienes participamos evocáramos a las personas que sufrieron abuso o violencia y escribiéramos sus nombres en los trozos de la vasija rota que a cada grupo le fueron entregados, compartiendo en lo posible, en el marco de la escucha, su dolor y el dolor de cuantos acompañan a estas víctimas, profundizando aun más la importancia del cuidado, la reparación de las heridas y la reconstrucción y resiliencia de sus vidas.

A continuación, fuimos enviados a compartir los desafíos de las comunidades para más tarde proponer las líneas de acción que se pretende sean el siguiente paso del proceso de protección.

Por último, se abrió una sesión de preguntas con un panel que ayudó en la búsqueda de respuestas abordando cuestiones como el apoyo a quienes son declarados inocentes, la identificación del pederasta y el rol de las redes de comunicación interprovinciales en la materia.

Al cierre, se presentaron los agradecimientos del H. Ernesto, y a la Comisión Internacional de Salvaguardia.

Alicia Paola Alejandra de Alba Padilla – México Central

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