La Educación Superior Católica desde el Liderazgo Profético y Servicial del Papa Francisco

La muerte del papa Francisco representa el final de un ciclo histórico y, al mismo tiempo, el florecimiento de un legado que trasciende generaciones. Su liderazgo fue más que institucional: fue una expresión viva del Evangelio encarnado. Francisco no solo ocupó la cátedra de Pedro, sino que descendió de ella, inclinándose ante la humanidad herida, ofreciendo cuidado, escucha y esperanza. Fue, por excelencia, un líder servidor y profético.

Desde el inicio de su pontificado, Francisco imprimió un nuevo estilo de conducción eclesial, rompiendo con formalismos y centralidades autorreferenciales. Su liderazgo, inspirado en Jesús de Nazaret, puso a la persona humana en el centro. Liderar, para Francisco, es servir: es caminar juntos, escuchar antes de hablar, cuidar antes de juzgar. Se trata de un liderazgo que se acerca a los dolores del mundo y, a partir de ellos, denuncia las injusticias, convoca a la solidaridad y anuncia caminos de transformación.

La centralidad de la educación

Esta postura se reflejó de manera contundente en su visión de la educación. Francisco comprendió como pocos que la educación es clave para cualquier cambio duradero. En su propuesta del Pacto Educativo Global, convocó a gobiernos, familias, escuelas, universidades y religiones a unir esfuerzos en la formación de sujetos íntegros, conscientes, solidarios y comprometidos con el bien común. Para él, educar es un acto de esperanza. Pero una esperanza activa, encarnada, que transforma realidades y humaniza las relaciones.

Inspirado por una profunda espiritualidad cristiana, Francisco nos recordaba que “la persona, para sentirse persona, tiene que pensar, sentir y actuar”. Esta articulación entre mente, corazón y manos sintetiza su propuesta de una educación integral, que va más allá del saber técnico y toca la dimensión ética, espiritual, social y afectiva de la existencia humana. Como recuerda el magisterio de la Iglesia, educar a la luz de la fe cristiana es promover dinámicas de comunión, en las que el encuentro es condición indispensable para el aprendizaje y la maduración personal.

Es también en este horizonte donde la universidad católica se ve desafiada a ser signo de profecía y servicio. En un mundo marcado por la fragmentación y por una lógica tecnocrática que a menudo ignora la dignidad humana, la enseñanza superior debe recuperar su vocación original: formar para la verdad, para la fraternidad y para el cuidado. Como expresa la Constitución Apostólica Veritatis Gaudium, la misión universitaria es inseparable del compromiso con el bien común, con el diálogo entre la fe y la razón, y con el cultivo de una ecología integral, rasgos distintivos del pensamiento de Francisco.

En el ámbito educativo, Francisco nos ha desafiado a romper los muros físicos y simbólicos que separan a las personas, las ideas y las culturas. Nos enseñó que la verdadera educación es aquella que promueve el encuentro, la colaboración y el servicio. “El mayor fracaso de un educador es tener que enseñar entre paredes”», advertía. Por eso, su liderazgo nos convoca a pensar en una educación en red, abierta, interdependiente y comprometida con la vida.

Su denuncia de la cultura del descarte, la indiferencia y el individualismo se articula con su propuesta de un nuevo pacto civilizatorio: educar para la fraternidad, para el cuidado de la casa común y para la construcción de puentes entre personas y pueblos. En esta perspectiva, la educación superior católica no es solo un espacio de producción de conocimiento, sino un lugar de escucha, de acogida y de protagonismo humano, sobre todo de los más vulnerables.

Evangelizar con la presencia

El liderazgo de Francisco nos deja como herencia una educación que evangeliza con la presencia, que transforma con la escucha y que libera con la promoción de la dignidad humana. Hizo de su propia vida una obra, una obra hecha de gestos, opciones y palabras proféticas. En tiempos de incertidumbre, su memoria nos impulsa a liderar sirviendo y a educar amando.

Porque, como él nos enseñó, “todo cambio requiere un camino educativo”, y todo camino educativo solo se sostiene cuando nace del encuentro, del servicio y del valor de soñar un mundo mejor.

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H. Manuir José Mentges – Rector de la PUCRS
Artículo publicado el 5 de mayo en la página web de la PUCRS

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