Esta reflexión, escrita por José Nacianceno, de la Provincia East Asia, conmemora el décimo aniversario de la emblemática encíclica «Laudato Si’», que se celebrará el 24 de mayo en concordancia con la Semana Laudato Si’ de 2025, del 24 al 31. La reflexión es una preparación para el evento del 27 de mayo “Los 3 Franciscos”, promovido por el Secretariado de Solidaridad-Cmi, en el contexto de la Semana Laudado Si’. En estas líneas, José presenta al hermano Francisco como inspiración y guía para proteger nuestra casa común.
Amor y cuidado de nuestra casa común: San Francisco de Asís, el Papa Francisco y el H. Francisco
La Semana Laudato Si’, que se realizará del 24 al 31 de mayo de 2025, conmemora el décimo aniversario de la Encíclica del Papa Francisco, quien la firmó el 24 de mayo de 2015, en la Solemnidad de Pentecostés, y la publicó el 18 de junio de ese mismo año. El documento invita a todos a cuidar nuestra casa común en medio de la crisis ecológica, especialmente de la emergencia climática.
San Francisco de Asís fue la principal inspiración del Papa Francisco. Él escribió la Laudato Si’ inspirado en el santo de Asís, que encarnó el cuidado de los vulnerables y vivió la ecología integral con alegría y autenticidad (LS, 10). El Papa Francisco nos llama a amar toda la creación y a escuchar «el grito de la Tierra y el grito de los pobres». Este año celebramos también el 800 aniversario del Cántico de las Criaturas, donde San Francisco escribe: “Alabado seas, Señor mío, con todas tus criaturas”.
El Hermano Francisco y la Casa Común
El Hermano Francisco, primer Superior General (de 1839 a 1860) de los Hermanos Maristas, también es una inspiración y guía para los maristas, para amar y proteger nuestra casa común. Pasó su juventud trabajando en una granja, cuidando ovejas y corderos. Aconsejó a los primeros hermanos «observar, escuchar y oír» para contemplar el mundo natural.
Estaba atento al movimiento de las hojas, al canto de los pájaros, a la fragancia de las flores, al comportamiento de los animales y al cambio de las estaciones. Se maravillaba del profundo vínculo entre el hombre y la naturaleza, y escribió: «el hombre vive del aire y lo respira constantemente» (H. Francisco, Cuaderno n. 303, p. [676]).
El H. Francisco experimentó a Dios obrar en la naturaleza. Con ojos agudos y amorosos, observó cómo un agricultor, después de plantar las semillas en el campo, esperaba con fe «los preciosos productos de la tierra», y que Dios «enviara las lluvias de la primera y de la última estación» (H. Francisco, Cartas personales, T2. 1664, Cuaderno de Cartas n. 7, p. 1076).
Con la misma sensibilidad de herbolario y enfermero, escribió: «El estudio de la medicina me ha llevado a alabar a Dios, quien ha dado poder curativo a diferentes remedios» (Fr. François, Cuaderno n.º 301, pág. [77]). Reconoció la acción de Dios en las propiedades curativas de diversas hierbas.
Él comparab el cielo con «un templo inmenso que Dios ha levantado para su gloria» (H. Francisco, Cuaderno n. 303, p. [560]). Al final de su vida, escribió: «Dios en todo; Dios en todas partes; Dios solo, y mi conciencia ante la eternidad» (H. Francisco, Cuaderno n. 302, p. [166]). Al igual que san Francisco de Asís, el H. Francisco nos invita a ver la gloria y el amor de Dios en todas las criaturas.
Aconsejaba a los primeros hermanos: «comer menos y masticar más para facilitar la digestión y mantener la salud; es una buena receta para curar o prevenir las enfermedades» (H. Francisco, Cuaderno n. 301, p. [149]). También considerada que «ser una persona alegre, hacer ejercicios suaves y comer modestamente son tres medicinas fiables, junto con los pies calientes y la cabeza fría» (H. Francisco, Cuaderno n. 301, p. [86]).
Su consejo de comer menos y consumir «comidas modestas» es cada vez más crucial hoy en día, no sólo por los beneficios para la salud, dado que el desperdicio de alimentos representa aproximadamente entre el 8 y el 10% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Desperdiciar alimentos no es sólo una irresponsabilidad, sino un fracaso moral ante el hambre y la pobreza generalizadas.
Creía que la moderación, la templanza y la disciplina son esenciales para un cuerpo sano y una vida espiritual sólida que pueda resistir al consumismo para proteger a la Madre Tierra. Su visión de una buena vida siguiendo el «justo medio» puede fomentar lo que Laudato Si llama un «estilo de vida profético y contemplativo, capaz de un disfrute profundo libre de la obsesión por el consumo» (222).
Como jardinero, recuerda a los maristas que deben «tocar la Tierra» y amarla. La jardinería, que es «amor al trabajo», pone a los maristas en «contacto directo con la creación, con los demás seres vivos y con los objetos inanimados. … cuidando de la naturaleza, conservándola y transformándola» (Agua de la roca, nº 39). El amor al trabajo también asegura a los pueblos indígenas que trabajan con sus manos y que «viven con gran respeto en estrecha relación con su tierra» (WFR, no. 39).
El contacto con la Tierra puede manifestarse de diversas maneras, como la jardinería, la agricultura y la siembra. Sirve como recordatorio de la existencia de la Madre Tierra, a menudo olvidada o ignorada. Esta conexión también resalta nuestra dependencia de ella y de otros miembros de la comunidad terrestre. Provenimos de la Tierra, y ella sustenta nuestra existencia.
En el mundo actual, los seres humanos hemos olvidado nuestra identidad y conexión con la Tierra: «… hemos olvidado que somos ‘polvo de la tierra’» (Laudato Si’, n. 2; cf. Gn 2,7). Este olvido de quiénes somos ha llevado a la violencia y la destrucción contra la Tierra, y ha oscurecido nuestra compleja interdependencia con todos los seres vivos.
Es importante señalar que la humildad, que es una característica de los maristas, deriva de la palabra «humus», que significa «tierra o suelo». En efecto, los seres humanos, incluidos los maristas, venimos literalmente de la Tierra. Somos terrícolas. Así pues, la identidad marista puede profundizarse incorporando esta profunda visión de la humildad, informada tanto por la etimología del término como por la comprensión científica de nuestros orígenes humanos.
Al reflexionar sobre la sencillez y la pobreza de San Francisco de Asís, el Papa Francisco escribió en Laudato Si’: «La espiritualidad cristiana propone un crecimiento marcado por la moderación y la capacidad de ser feliz con poco. Es un retorno a esa sencillez que nos permite detenernos a apreciar las pequeñas cosas, agradecer las oportunidades que nos brinda la vida, desprendernos espiritualmente de lo que poseemos y no sucumbir a la tristeza por lo que nos falta. Esto implica evitar la dinámica del dominio y la mera acumulación de placeres» (222).
Con el mismo espíritu de San Francisco de Asís y el Papa Francisco, el Hermano Francisco vivió una vida de gozosa gratitud y contemplación de la bondad y la belleza de la creación divina. Al plantar hierbas y usarlas para curar a los hermanos enfermos, junto con sus enseñanzas sobre la moderación, también nos anima a amar y cuidar tanto la Tierra como a los pobres.
Que la celebración 10º aniversario de Laudato Si’ nos inspire, como individuos y comunidades, a la conversión ecológica. Esta transformación nos lleva de lo que el «ego» quiere a lo que la Tierra, nuestra casa común, necesita (Laudato Si’, n. 9). Podemos inspirarnos en la vida y las enseñanzas de San Francisco de Asís, del Papa Francisco y de nuestro Hermano Francisco.
Jose Nacianceno – 3 de abril de 2025 Fuente: champagnat.org