En el marco de la celebración de los 90 años de presencia Marista en Uruguay, hermanos, laicas y laicos de la Provincia peregrinaron a nuestra Casa Madre del L’Hermitage, visitaron sus lugares santos y pudieron ”tocar las raíces” de una historia que se mantiene viva y los impulsa a profundizar la fraternidad y la comunión con el mismo fervor y el mismo compromiso que, en su tiempo, animó en la misión de Marcelino el fuego del Espíritu.
La carretera de Lyon fue para ellos el camino del peregrino que los conduciría al L’Hermitage, un conjunto de edificios situados a la salida del pueblo de Saint-Chamond, en pleno valle del río Gier. Guardada celosamente entre sus muros, la perla de la construcción: la casa que, con las mangas remangadas, levantó el propio Marcelino Champagnat junto a sus hermanos y a otros constructores locales en 1824.
L’Hermitage, cuna de la historia marista, es hoy el hogar de una comunidad internacional de hermanos y laicos que viven bajo el mismo techo compartiendo vida fraterna. Renovado y reinaugurado en 2010 como centro de peregrinación marista, L’Hermitage acogió a los peregrinos con alegría y dedicación.
La visita a la aldea de Rosey, a la casa natal de Marcelino, a la capilla que se erigió junto a ella en el año de su beatificación y al lugar en el que se encontró con el joven Montagne fueron algunos de los momentos más significativos del Camino. Pero no menos vibrante resultó la llegada a La Valla y el sentarse a la mesa que es, para todos los maristas, fuerte signo de unidad. La mesa que Champagnat hizo también con sus propias manos y a la que convocó a sus primeros compañeros invitándolos a compartir el pan y la Palabra.
La peregrinación sumó la riqueza de caminar en comunidad, de re-conocerse en el camino, en el entusiasmo, en el cansancio y el descanso, en los silencios y las eucaristías. La oportunidad de transitar por este ícono de una iglesia-comunión con rostro mariano y contemplar una expresión de la renovación que está aconteciendo en el Instituto fue valorada por todos y todas .
Todos pudieron percibir a cada paso el espíritu de universalidad, audacia y creatividad que animó al Padre Champagnat y, a la vista de su fecundidad, regresaron a sus lugares de origen con la seguridad de que María, como lo hizo con los padres fundadores, seguirá haciéndolo todo entre nosotros.