Durante el 8vo. Encuentro Interamericano de Pastoral Educativa (“Biblia y Escuela”) convocado en Buenos Aires por la Confederación Interamericana de Educación Católica (CIEC), el Padre Raúl Tinajero Ramírez, Director de la Subcomisión para la Juventud e Infancia de la Conferencia Episcopal Española y teólogo de amplia experiencia, ofreció una disertación sobre la importancia y la naturaleza de la escucha a los niños y jóvenes de hoy que echa luces y desafíos a nuestras prácticas pastorales en pos de la evangelización.
“Llevo trabajando 25 años de sacerdote dedicado exclusivamente (24/7) a la Pastoral de niñas, niños, adolescentes y jóvenes y lo hago siempre con la esperanza y la alegría de saber que a nosotros nos toca sembrar Esperanza ―comenzó explicando el Padre Tinajero.― Y concluyo que una de las cosas más importantes de nuestra tarea es escucharlos. Escuchar a los niños y jóvenes de hoy es el uno de los grandes desafíos de la Escuela Católica. Y escucharlos desde su realidad «sin filtros», como decía Francisco.
Un texto de la Palabra de Dios que nos ayuda a trabajar la escucha ―prosiguió― es el de la multiplicación de los panes y los peces (Mateo 14, 13-21). Cuando Felipe y Andrés se sitúa ante Jesús planteándole la problemática de la multitud hambrienta, el primero le expresa que no hay forma de alimentarlos y el segundo, en cambio, dice que por ahí hay un muchacho que tiene un puñado de panes y peces…. aun cuando está convencido de que con eso no se podrá hacer nada… ¡Y vaya que se hicieron cosas! Jesús no solo supo escuchar: supo ver en la oferta y en el servicio de aquel joven la posibilidad de que todos comieran. Cuando somos capaces de escuchar a nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes en lo que nos quieren aportar, aun cuando nos parezca insignificante, lo que encontramos son las verdaderas respuestas, esas que nos serán de mucha utilidad a la hora de afrontar los retos de la evangelización juvenil….
Otro de los textos que tienen mucho para decirnos en este sentido es el de los discípulos de Emaús (Lucas 24,23-35). Jesús se pone a caminar con ellos… Están desilusionados: lo vieron muerto y se desanimaron… Y de repente Alguien los escucha; ellos van tan ofuscados en sus frustraciones… Pero Él los escucha. Y no les dice: «Paren, sentémonos acá así me cuentan… ¿Por qué andar hasta Emaús?» No. Camina junto a ellos hacia la lejanía. Jesús camina desde Jerusalén (el sitio de los Misterios, el lugar de la fe) hacia la lejanía escuchando la situación particular que están viviendo… Y en esa escucha fraterna y paciente de amor ellos lo interrogan: «Pero ¿no sabés nada de lo que pasó?» Tampoco ahí se detiene. Continúa acompañándolos en dirección a su lejanía… Y en Emaús se sienta con ellos a la mesa porque se crearon lazos de verdad que unen sus corazones… Ahí, en la mesa del encuentro, en la mismísima lejanía, se les abren los ojos y lo reconocen..―continuó reflexionando el Padre Tinajero―. Nuestra Pastoral Juvenil debe moverse hoy por ahí.
Un día, preparando la predica de una celebración eucarística, me di cuenta de cuánta fuerza tiene el mensaje de Emaús para nosotros hoy. En Evangelii Gaudium Francisco habla de tres realidades propias de la vida cristiana ―explicó―: los que conocen la casa (nuestra iglesia, nuestra realidad…), los que, conociendo la casa, por distintas razones, se han marchado y los que no conocen la casa ni han tenido contacto con ella (el número de estos es cada vez mayor). Y me pregunté: ¿Cuál es la situación más complicada? La primera nos supone procurar una formación adecuada para que los que están en la casa se sientan con la fortaleza de salir a evangelizar…La tercera claramente nos remite al Kerygma (primer Anuncio) pero la segunda nos vuelve al camino de Emaús… Los peregrinos reconocieron a Jesús, él desapareció… Y ellos volvieron presurosos a compartir su encuentro con el Resucitado…
Por tanto, podemos hacer grandes proyectos, súper perfectos, impresionantes, dando hasta la última gota. Después la providencia hace lo suyo. Pero lo que Jesús quiere no son proyectos perfectos sino nuestra valentía para caminar con los jóvenes hacia la lejanía haciendo lo posible para que también ellos descubran a un Cristo que les abre los ojos y deseen compartirlo con los demás.
La inmensa mayoría de nuestros jóvenes están en la lejanía de Emaús… Tenemos que mostrarles de verdad la alegría y la esperanza de Cristo y ayudarlos a crecer como hombres y mujeres capaces de comprometerse con el mundo y dar lo mejor de sí.”
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