Tal como sucede cada año, y en sintonía con el calendario Marista, se desarrolló en la Villa Champagnat de La Bolsa (Córdoba), una nueva edición de la Experiencia Fourvière, con presencia de adolescentes y jóvenes de Argentina, Uruguay y Paraguay.
Cada 23 de julio recordamos que, en el origen de nuestra familia carismática, hubo un grupo de jóvenes seminaristas que, luego de una larga y profunda reflexión, caminaron al Santuario de Fourvière para prometer a los pies de María sus sinceros deseos de consagrar sus vidas a la renovación de la Iglesia.
“La promesa que habían firmado aquel grupo de 12 jóvenes que el 23 de julio de 1816 subieron a Fourvière a ofrecerse a María es la expresión de un sueño que fue madurando a lo largo de varios años. (…) Fourvière es el símbolo del sueño marista. Nos conecta con nuestros orígenes y nos hace sentir en comunión con otros proyectos utópicos que buscan, como nosotros, un mundo en paz y armonía. (…) Fourvière nos estimula a no abandonar nunca nuestros sueños más auténticos y profundos. El mundo necesita imperiosamente personas capaces de soñar con los ojos abiertos, que despierten a su alrededor muchas energías dormidas” (Hno Emili Turú, Superior General. Carta Fourvière: la revolución de la ternura. Junio de 2016).
Coincidentemente, cada mes de julio, la Pastoral Juvenil de la Zona Argentina convoca a las y los adolescentes que transitan su último año de Secundario a transitar una experiencia de encuentro y profundización vocacional. Esta instancia se inspira, y toma nombre, en aquella promesa de Marcelino y sus compañeros de Seminario, y propone un itinerario de cinco días para conectar con los propios sueños, sintonizar con el sueño grande del Dios de Jesús y celebrar el sueño de fraternidad universal que nos identifica como Maristas de Champagnat.
La Experiencia Fourvière: un sueño, una promesa constituye el último Punto de Encuentro de la PJM en Argentina, pero la edición 2024 tuvo un carácter mucho más provincial ya que participaron, por primera vez, adolescentes de Uruguay, del Centro Santa María de Montevideo, y además contó con la presencia de jóvenes animadoras y animadores de Paraguay y Uruguay que fueron invitados para conocer la propuesta.
A continuación, un resumen de las vivencias y valoración del proceso en la voz de sus protagonistas:
“En el Encuentro, nos pusimos al servicio de otros limpiando, ordenando o ayudando en la cocina. También conocimos bastantes personas mediante el grupo de vida o en los ratos libres (…) nos llevamos mayor conocimiento interno, propio y de los demás, nuevos vínculos y amistades.” (Valentino de La Plata y Pedro de Darregueira)
“En este Encuentro hicimos actividades de autoconocimiento y de espiritualidad, de conexión con otros; disfrutamos de la naturaleza y de las actividades al aire libre; trabajo cooperativo para realizar servicios; momentos de celebración.” (Lucila de Luján y Matías de Libertador Gral San Martín)
“Nos encontramos con nosotros mismos, hablamos sobre situaciones personales, sexualidad, espiritualidad, y reflexionamos sobre nuestro futuro, cómo nos vemos, cuáles son nuestros miedos y sueños.” (Eugenia de San Francisco y Franco de Rosario)
“De este Encuentro nos llevamos expectativas nuevas, reflexiones sobre nuestro futuro, seguridad sobre lo que queremos en nuestras vidas y el desafío de aprender a superar los malos momentos.” (Martín de Pergamino y Agustina de Libertador Gral. San Martín)
Y en la celebración final, al momento de agradecer lo vivido, estos son algunos de los ecos que quedaron expresados en el mural comunitario:
- Agradezco el amor que recibí, los momentos de reflexión y la paz que pude encontrar.
- Gracias por la contención, la conexión y por entender.
- Agradezco por poder conectar conmigo mismo y por tener un buen espacio en donde me escuchen.
- Gracias por la compañía que me dieron, el amor y por escucharme.
- Agradezco el regalo de esta experiencia rodeado de gente hermosa.
- Celebro la apertura y contención emocional.
- Agradezco a Jesús por ayudarme a hacer amigos y conocer gente maravillosa.
- Gracias por ayudarme a entenderme.
- Agradezco por los momentos que pude dedicar a escuchar mi corazón.
- Gracias por brindar un lugar seguro para poder hablar.
- Agradezco por el compañerismo, el amor, la atención y el hogar que me hicieron sentir uno más de esta muy linda comunidad.
- Gracias por haberme hecho sentir parte de algo tan lindo.
- Agradezco la vida compartida y la complicidad de cada una/uno.
- Gracias por abrir mis ojos.
- Agradezco por la coincidencia genuina.
- Gracias por la paz y el espacio para ser yo mismo.
- Agradezco las sonrisas compartidas, las canciones bailadas, los nuevos amigos, las buenas coincidencias, los abrazos brindados, las cenas compartidas, los nuevos conocimientos, el encuentro, el vivir cada día algo distinto, los buenos días, los buenos llantos, la felicidad de estar acá…
En la escucha empática de estos testimonios se pueden percibir algunas claves para renovar el rostro de la Iglesia.
“Marcelino no fue ajeno a la fuerza del Espíritu. Junto con sus compañeros de la Sociedad de María, tuvo la convicción de que el Espíritu los inspiraba en su búsqueda de nuevas formas de estar presentes como Iglesia en una época de increencia. Nosotros hoy queremos ser igualmente receptivos y sensibles a las inspiraciones de ese mismo Espíritu.” (Tras las huellas de Marcelino Champagnat – Misión Educativa Marista N° 93 – Año 2024)
¿Qué implica para las y los maristas de hoy revelar el rostro materno de la Iglesia?
Tal vez, al igual que hace 208 años, en las búsquedas y deseos de adolescentes y jóvenes se revela la voz del Espíritu alentando nuevos caminos de encuentro y fraternidad. Y quizás, en el ejercicio de conectar con la intuición de Marcelino y sus compañeros, podemos redescubrir la promesa de Fourvière como un ícono de nuestro modo de vivir la misión al estilo de María: escuchando, cuidando y confiando en el misterio que anida en cada ser humano.