El 18 de abril pasado recordamos con alegría la canonización de nuestro Fundador hace 24 años, y celebramos su corazón ardiente por Evangelio y sensible a las necesidades espirituales y educativas de su época como un don que nos convoca.
El Hno. Ernesto, en una Carta dirigida a los Provinciales, superiores de Distrito y sus Consejos, se refirió a la santidad de Marcelino tal como lo describió Juan Pablo II en aquel momento: Fue un hombre que abrió sus ojos a los signos de la presencia de Cristo, que lo adoró y acogió en la Eucaristía, que lo amó en sus hermanos más necesitados y que reconoció las huellas de su salvación en los acontecimientos más aparentemente insignificantes de la diaria existencia.
El próximo año celebraremos el 25⁰ aniversario de la Canonización de Champagnat evocando aquel día de mayo de 1824 en el que, hace 200 años, se bendijo la primera piedra del Hermitage…
¿Qué significado nos ofrecen estos acontecimientos para nuestros días –se pregunta y nos pregunta el Hno. Ernesto.– ¿Cómo miramos el presente y el futuro iluminados por la mirada que tuvieron Marcelino y los primeros Maristas en su tiempo?