El 28 de abril, los Maristas del mundo entero celebramos la memoria del martirio de San Pedro Chanel, Padre Marista quien, enviado a la misión de Oceanía, más precisamente a la isla de Futuna junto con el Hermano Marie Nizier, fue martirizado.
Pedro María Chanel nació en una familia humilde y numerosa en la aldea de la Potière, cerca de la ciudad de Cuet, Francia, el 12 de julio de 1803. Siendo adolescente, comenzó a estudiar latín para prepararse bien porque quería ser sacerdote y, tras cinco años en el seminario menor y tres en el seminario mayor, fue ordenado el 15 de julio de 1827.
Pronto se unió a un grupo de sacerdotes amigos que se habían consagrado a Nuestra Señora de Fourvière, en Lyon, para dar vida a la “Sociedad de Maria” de los Padres Maristas. Una vez obtenida la aprobación de la Santa Sede, el Superior General, el P. Colin, envió a un grupo a misionar a Oceanía: Cuatro sacerdotes y tres Hermanos fueron los valientes aventureros del Evangelio que llegaron a ese destino después de once meses de travesía para distribuirse por Nueva Zelanda y otras islas del Pacífico. Entre ellos estaba el Padre Chanel quien, con el Hermano Marie Nizier, fue destinado a la isla de Futuna para evangelizar y convertir a los nativos al cristianismo.
Arribaron un 8 de noviembre de 1837 y la recepción de los habitantes de la isla fue inicialmente favorable. Pero, aun cuando uno de los reyes de Futuna los habilitó, su primer ministro se opuso fuertemente. La intervención de un pariente del rey muy respetado trajo una provisoria calma y pudieron desembarcar su pobre equipaje y algunas cajas con míseras provisiones y elementos para la misión.
Para comenzar, debieron construirse una casa, más bien una choza con hojas de cocoteros entrelazadas y algunos troncos de árboles. Fue todo tan precario que a los dos meses no sabían cómo resguardarse de la lluvia y proteger sus pobres pertenencias. Además, el P. Chanel experimentó muy pronto la necesidad de una alimentación más abundante y sana para poder soportar el clima y los trabajos agotadores.
Más temprano que tarde aprendieron el idioma de los habitantes y sus costumbres y enseñaron a los naturales a trabajar la tierra, plantar árboles y criar algunos animalitos domésticos al tiempo que, poco a poco, les anunciaban a Jesús y su Buena Noticia y se iban convirtiendo al cristianismo. Y también más temprano que tarde surgieron las dificultades.
Pero Pedro, lejos de desanimarse, se empeñó cada vez con más energía en su predicación y por ello la lucha se agudizó. Recorrió la isla en todas direcciones y sin descanso, afrontando todo, constantemente, con amable paciencia y valor sin tener en cuenta las amenazas que lo rodeaban y que se concretaron en la mañana del 28 de abril de 1841 cuando un jefe nativo irrumpió con varios cómplices en su casa para asestarle furiosos golpes en la cabeza a machete y a hacha y golpearlo con saña hasta acabar con su vida.
Así murió Pedro Chanel. Como un verdadero mártir. El primer mártir marista que honramos y a quien invocamos hoy implorando la valentía de su espíritu para nuestra propia tarea.
La Iglesia lo declaró santo en 1954 y se dispuso celebrar su fiesta cada año el día 28 de abril. Sus restos, como preciosas reliquias, descansan hoy en el lugar de su martirio, dentro de una gran basílica construida en 1986.