El Equipo de Educación e Innovación comienza a hacer balance del 2025 y proyecta ya el año entrante subrayando la necesidad de seguir identificando y reconociendo las trayectorias, intereses y modos de aprender de nuestros alumnos y alumnas para continuar promoviendo el desarrollo de estrategias y mecanismos que los impulsen a hacerlo de manera cada vez más significativa y autónoma.

Dando continuidad al llamado a innovar y transformar los Centros Educativos Maristas, de la evaluación de los itinerarios de aprendizaje recorridos durante el año en curso surge la necesidad y oportunidad de profundizar en el concepto de identidad del «aprendiz».

Esta es una premisa interpelante que se refleja y realiza en una adecuada planificación escolar que habilita a pensar con otros, a revisar sentidos y a delinear con mayor claridad la escuela que queremos construir atenta al «aprendiz» que queremos educar.

Ambas realidades (la identidad del aprendiz y la planificación escolar) se entrelazan y nos orientan hacia una mejora continua sostenida por el compromiso colectivo y el liderazgo pedagógico de cada equipo.

La identidad del aprendiz

La identidad de aprendiz no es una disposición fija ni permanente; por el contrario, se construye y reconstruye de manera continua a partir de las experiencias de aprendizaje que cada persona vive en los distintos contextos.

Según Engel y Coll (2021),

la identidad de aprendiz es el conjunto de significados que las personas construimos sobre nosotros mismos como aprendices, con determinadas características y con una mayor o menor capacidad para aprender en distintas situaciones o actividades.”

Esta definición nos invita a mirar más allá del rendimiento o los resultados, y a considerar cómo cada experiencia deja una huella, un registro que moldea la percepción que el estudiante tiene de sí mismo como sujeto que aprende.

Toda experiencia de aprendizaje contribuye a fortalecer o no la identidad de aprendiz. Por eso, pensar la escuela desde esta clave nos desafía a crear entornos que reconozcan, valoren y potencien la construcción de una identidad de aprendiz positiva, activa y confiada. Volver a este concepto nos ayuda a alinear nuestras decisiones pedagógicas con el propósito profundo de educar personas que se reconozcan capaces de aprender, transformarse y transformar el mundo.

Por otra parte, comprender que las experiencias de aprendizaje son siempre subjetivas es fundamental. Cada vivencia está mediada por la percepción y el sentido que le otorga quien aprende. No basta con diseñar actividades o proporcionar recursos: el aprendizaje no se determina únicamente por el contenido ni por los agentes educativos, sino que ocurre en función de los intereses, actitudes, trayectorias y expectativas de cada persona.

Este aprendizaje escolar está estructurado por normas y criterios específicos, y se desarrolla en contextos formales como la escuela. Su diseño responde a intenciones educativas explícitas, orientadas a formar ciudadanos, desarrollar competencias y preservar saberes socialmente valorados. Reconocer esta intencionalidad nos compromete a revisar qué enseñamos, cómo lo hacemos y con qué propósito, para que la experiencia escolar habilite aprendizajes con sentido, que dejen huella y contribuyan a la construcción de una identidad de aprendiz sólida y confiada.

La planificación institucional

Seguir pensando la escuela,  planificar con intención y profundidad qué experiencias de aprendizaje queremos habilitar para nuestros estudiantes será la tarea del venidero año.

Preguntarnos qué metodologías queremos que nuestros aprendices vivencien como parte de su recorrido escolar, qué dispositivos deseamos que estén presentes en la vida cotidiana de nuestras aulas, y que contribuyan a enriquecer y diversificar las formas de aprender, qué experiencias visualizamos semanalmente, bimensualmente, semestralmente o anualmente, y procurar juntos y juntas las mejores respuestas trasladándolas a la planificación sistemática  para configurarse como experiencias de aprendizaje, será un objetivo prioritario.

La invitación es  seguir construyendo una escuela que no solo enseña contenidos, sino que habilita experiencias significativas que despiertan la curiosidad, promueven el pensamiento crítico, estimulan el espíritu colaborativo y motivan el compromiso fraterno desde una empatía que se traduce en solidaridad transformadora.

 

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